Aprendiendo a ser infieles.
Es un tema espinoso y delicado, y como tal pretendo tratarlo.
Luego de leer mucho sobre el tema, en la pretensión de ser lo más realista posible, pude elaborar una teoría.
“La infidelidad no existe”.
Existe la fidelidad consciente y la fidelidad inconsciente.
Es imposible describir un término por su antonomasia.
Uno siempre es fiel, y aun cuando cometamos eso que la sociedad llama “infidelidad”, estaremos respondiendo a un código familiar interior.
Somos muy hipócritas, nos rasgamos las vestiduras hablando con la vara de la verdad, intentando meter todos los gatos en la misma bolsa, no funciona.
Pero…estamos seguros que en nuestra historia familiar no hay traiciones?
Que es lo que enseñamos a nuestros hijos?
Voy a contar una historia que me marco mucho, la infidelidad de mi madre.
Porque mi madre, era una mujer infiel.
Meter los cuernos no es solamente estar con otra persona, esa es la expresión común de la infidelidad.
Hay otras formas de ser infiel.
Conductas, situaciones de las que ni siquiera nos damos cuenta.
“Tenia 17 años, estaba terminando el secundario, todos los fines de iba a un club de mi barrio a Jugar al Vóley, en Parque Chacabuco.
Me había hecho de un grupo de amigos, con los que compartíamos juego y diversión.
También coqueteos e insinuaciones.
Yo no era una gran jugadora la verdad, me defendía.
Allí conocí a un chico, y me sentí atraída por él.
Y el por mi creo.
Bueno, son esas cosas que pasan cuándo somos adolescentes.
La cuestión para no darle largas, es que empezamos una historia.
Estaba feliz, pero de la vergüenza que sentía, le escribí una carta a mi madre explicándole la situación.
Seguramente se pondría de mi lado, lo entendería, ella era una mujer como yo, y también se había puesto de novio muy joven, tenia 16.
Ilusionada le conté mi secreto, esperando su comprensión y complicidad.
Mi padre era muy estricto, y la verdad no quería que se entere, no todavía.
Busque a la mujer que habitaba en su interior, y le pedí ayuda.
Me dijo que estaba bien, y me abrazo.
Para luego traicionarme.
Le mostro la carta a mi padre, y desato el caos.
Observen aquí como la situación se repetiría en el tiempo.
Muchos años después otra mujer me increparía con una carta, pero esa es otra historia.
Al parecer cuando escribo desato algunos terremotos y pongo en funcionamiento un volcán que comienza a rugir con furia.
Aun hoy, recuerdo con dolor la escena, yo era casi una niña.
Una niña llena de ilusiones que asomaba a la vida su forma de mujer.
Me increparon juntos, mi madre callaba asintiendo lo que mi padre decía.
-Que no estaba para tener novio (sic).
-Que tenía que darle prioridad a mis estudios.
-Que solo quería el avioncito blanco (esta frase fue mortal)
-Que dejara esto para cuando me recibiera, etc., etc., etc.
La miraba ahí parada, callada y asintiendo.
En mi interior sentía un odio profundo hacia ella.
-Me estaba traicionando, había consumado la infidelidad de elegir a mi padre, estaba priorizando su pareja a su hija.
No dijo una sola palabra para defenderme.
Compro el argumento de mi padre sin chistar.
Era una mujer que no pensaba por sí misma, no sabía hacerlo.
Dios sabe que no la juzgo, pero necesito verla para entender mis por qué.
Y no pretendo justificarme, simplemente pretendo ver.
Me sentí morir.
Lo que vino después, no vale la pena contarlo, en otro caso será otra historia.
Mis padres sostenían su historia de pareja conmigo, éramos un trío, y no iban a tolerar que uno de sus integrantes se fuera.
No fuera cosa que se quedaran solos, mirándose de frente y no supieran por que estaban ahí.
Es tremendamente doloroso que tu madre te traicione, así que si alguno cree que no entiendo su sufrimiento, le digo que yo lo viví primero.
La infidelidad de mi madre nunca fue hacia su pareja, fue hacia sus hijos.
Solía hablar con unos, mal de los otros y viceversa.
Divide y reinarás.
Si bien es cierto que hoy puedo verlo de manera diferente, todavía habita en mi, esa muchacha enamorada, a la que le quitaron su avión de las manos.
Así fue como me enseñaron a ser infiel, y cada uno tendrá su historia, pero es muy hipócrita condenar a los demás sin conocer sus razones.
En mi familia ser infiel estaba bien, era normal, enmascarada en una normalidad inexistente, bajo el agua profunda, era un drama cotidiano.
Por esto, creo que cada caso es personal, y es muy complicado entender las actitudes humanas si no conocemos la historia.
La infidelidad, digan lo que digan, está en el árbol, y hasta que alguien se ocupe de quitar la manzana prohibida, seguirá ahí.
Acechando, para repetir una y otra vez, la misma historia.
“A simple vista parece ser que tu pareja es la responsable de tus dolores, pero si miras con más atención verás que eres tú quien ha atraído a esa persona para que te muestre tu herida. Si no hubieras tenido la herida, esa persona no hubiera llegado a tu vida”.
Somos infieles a las personas, pero no lo somos a los mandatos familiares.
Traicionamos y nos traicionamos de manera permanente.
Pretender resolver la infidelidad, esa falta de respeto y consideración hacia uno mismo y hacia los demás de una manera vanal, es a mi humilde entender, una profunda idiotez.
Porque nuestra fidelidad es con nuestros ancestros, nos abrazamos al árbol que nos marca la pertenencia y desde ahí fluimos.
Para nada somos independientes, no podemos serlo, hasta que nos sacamos nuestros muertos de encima
Es un tema espinoso y delicado, y como tal pretendo tratarlo.
Luego de leer mucho sobre el tema, en la pretensión de ser lo más realista posible, pude elaborar una teoría.
“La infidelidad no existe”.
Existe la fidelidad consciente y la fidelidad inconsciente.
Es imposible describir un término por su antonomasia.
Uno siempre es fiel, y aun cuando cometamos eso que la sociedad llama “infidelidad”, estaremos respondiendo a un código familiar interior.
Somos muy hipócritas, nos rasgamos las vestiduras hablando con la vara de la verdad, intentando meter todos los gatos en la misma bolsa, no funciona.
Pero…estamos seguros que en nuestra historia familiar no hay traiciones?
Que es lo que enseñamos a nuestros hijos?
Voy a contar una historia que me marco mucho, la infidelidad de mi madre.
Porque mi madre, era una mujer infiel.
Meter los cuernos no es solamente estar con otra persona, esa es la expresión común de la infidelidad.
Hay otras formas de ser infiel.
Conductas, situaciones de las que ni siquiera nos damos cuenta.
“Tenia 17 años, estaba terminando el secundario, todos los fines de iba a un club de mi barrio a Jugar al Vóley, en Parque Chacabuco.
Me había hecho de un grupo de amigos, con los que compartíamos juego y diversión.
También coqueteos e insinuaciones.
Yo no era una gran jugadora la verdad, me defendía.
Allí conocí a un chico, y me sentí atraída por él.
Y el por mi creo.
Bueno, son esas cosas que pasan cuándo somos adolescentes.
La cuestión para no darle largas, es que empezamos una historia.
Estaba feliz, pero de la vergüenza que sentía, le escribí una carta a mi madre explicándole la situación.
Seguramente se pondría de mi lado, lo entendería, ella era una mujer como yo, y también se había puesto de novio muy joven, tenia 16.
Ilusionada le conté mi secreto, esperando su comprensión y complicidad.
Mi padre era muy estricto, y la verdad no quería que se entere, no todavía.
Busque a la mujer que habitaba en su interior, y le pedí ayuda.
Me dijo que estaba bien, y me abrazo.
Para luego traicionarme.
Le mostro la carta a mi padre, y desato el caos.
Observen aquí como la situación se repetiría en el tiempo.
Muchos años después otra mujer me increparía con una carta, pero esa es otra historia.
Al parecer cuando escribo desato algunos terremotos y pongo en funcionamiento un volcán que comienza a rugir con furia.
Aun hoy, recuerdo con dolor la escena, yo era casi una niña.
Una niña llena de ilusiones que asomaba a la vida su forma de mujer.
Me increparon juntos, mi madre callaba asintiendo lo que mi padre decía.
-Que no estaba para tener novio (sic).
-Que tenía que darle prioridad a mis estudios.
-Que solo quería el avioncito blanco (esta frase fue mortal)
-Que dejara esto para cuando me recibiera, etc., etc., etc.
La miraba ahí parada, callada y asintiendo.
En mi interior sentía un odio profundo hacia ella.
-Me estaba traicionando, había consumado la infidelidad de elegir a mi padre, estaba priorizando su pareja a su hija.
No dijo una sola palabra para defenderme.
Compro el argumento de mi padre sin chistar.
Era una mujer que no pensaba por sí misma, no sabía hacerlo.
Dios sabe que no la juzgo, pero necesito verla para entender mis por qué.
Y no pretendo justificarme, simplemente pretendo ver.
Me sentí morir.
Lo que vino después, no vale la pena contarlo, en otro caso será otra historia.
Mis padres sostenían su historia de pareja conmigo, éramos un trío, y no iban a tolerar que uno de sus integrantes se fuera.
No fuera cosa que se quedaran solos, mirándose de frente y no supieran por que estaban ahí.
Es tremendamente doloroso que tu madre te traicione, así que si alguno cree que no entiendo su sufrimiento, le digo que yo lo viví primero.
La infidelidad de mi madre nunca fue hacia su pareja, fue hacia sus hijos.
Solía hablar con unos, mal de los otros y viceversa.
Divide y reinarás.
Si bien es cierto que hoy puedo verlo de manera diferente, todavía habita en mi, esa muchacha enamorada, a la que le quitaron su avión de las manos.
Así fue como me enseñaron a ser infiel, y cada uno tendrá su historia, pero es muy hipócrita condenar a los demás sin conocer sus razones.
En mi familia ser infiel estaba bien, era normal, enmascarada en una normalidad inexistente, bajo el agua profunda, era un drama cotidiano.
Por esto, creo que cada caso es personal, y es muy complicado entender las actitudes humanas si no conocemos la historia.
La infidelidad, digan lo que digan, está en el árbol, y hasta que alguien se ocupe de quitar la manzana prohibida, seguirá ahí.
Acechando, para repetir una y otra vez, la misma historia.
“A simple vista parece ser que tu pareja es la responsable de tus dolores, pero si miras con más atención verás que eres tú quien ha atraído a esa persona para que te muestre tu herida. Si no hubieras tenido la herida, esa persona no hubiera llegado a tu vida”.
Somos infieles a las personas, pero no lo somos a los mandatos familiares.
Traicionamos y nos traicionamos de manera permanente.
Pretender resolver la infidelidad, esa falta de respeto y consideración hacia uno mismo y hacia los demás de una manera vanal, es a mi humilde entender, una profunda idiotez.
Porque nuestra fidelidad es con nuestros ancestros, nos abrazamos al árbol que nos marca la pertenencia y desde ahí fluimos.
Para nada somos independientes, no podemos serlo, hasta que nos sacamos nuestros muertos de encima
Comentarios
Publicar un comentario