Lo que nunca paso.-Negar Historias Familiares.
Algunas personas creen que si no hablamos de algo, nunca sucedió.
Negar las historias familares es una constante en nuestra manera de vivir.
Y es curioso, porque hoy por hoy, en las redes sociales, se publica todo, que comemos, que pensamos, pero…cuidado con abrir esa puerta.
Como en el cuento de Barba Azul, todo está permitido, menos atravesar el umbral de lo prohibido.
Y cumplimos el mandato a rajatabla, ignorando lo que fue.
No por malos, ni perversos, solo por fidelidad.
Pero cómo dice el Nano “Como un ladrón te acechan detrás de la puerta”.
La mente humana tiene muchos laberintos…uno de ellos nos lleva por los caminos de los secretos familiares, esas emociones impresas en nuestros genes que no podemos entender ni comprender.
Los seres humanos, somos un enigma para nosotros mismos.
Y es curioso, que poco conocemos nuestra historia familiar.
Desconocer la historia, lamentablemente nos condena a repetirla hasta repararla, alguna vez, alguien tendrá que hacerlo.
“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”
-Aldous Huxley-
El tema es cómo meternos en la historia, donde está la llave?
Una manera de entrar en ese lugar tenebroso, es armar el árbol genealógico.
Personalmente puedo decir que hay mucha información allí.
La pertenencia a un grupo, social, deportivo, etc., está determinada por la adhesión a sus símbolos y reglas.
Igual pasa en las familias, por eso hay tanto patito feo pululando por el mundo.
Tendemos a unificar a las personas en nuestro modelo, si lo cumplen, bien, si no cumplen, los dejamos fuera.
Pero esos patitos feos están en el árbol, la vida nos impulsa a encontrarlos y amarlos como son.
Porque amar no es comprender, amar es aceptar lo diferente.
Aparecen por todas partes, pero lo más común es encontrarlos en la pareja y en los hijos.
Tan intensamente cercanos, que no nos dejan otra posibilidad que ver.
Durante muchos años de mi vida, no le encontré explicación a la forma en la que me relacionaba.
Mis vínculos eran desastrosos, era una constante la destrucción y el abandono.
La estafa emocional estaba en todas y cada una de ellas.
Tenía la sensación de haber crecido en una familia normal, pero era solo eso una sensación.
Y lo peor de todo es que no me daba cuenta, que también utilizaba esos artilugios.
Sin embargo en mi búsqueda los encontré.
"Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca." Carl Jung
Descubrí cuestiones familiares que me dejaron pasmada.
No podía creer lo que veía, dolía mucho, pero ese dolor sanaba.
Era un dolor diferente al que sentí siempre, lloré hasta el cansancio, me agoté llorando.
Abrí mis heridas y las deje en carne viva para poder sanarme.
Y otra vez a pasar por el cedazo de querer esconder bajo la alfombra.
Me negué a hacerlo.
Ya podrían cantar misa, que no iría por ahí nunca más.
Las heridas de mis ancestros, se habían transformado en mis heridas.
Llevamos en nuestra mochila sus historias, aunque nadie nos las cuente.
Porque el inconsciente guarda allí esa información para siempre.
“Revisar qué proyectamos en las personas de quienes nos enamoramos requiere todo un desafío para las mujeres y los hombres que pretendemos ser responsables de cada acto de nuestra vida.” Laura Gutman
Por supuesto que el otro también tiene una historia, y es ahí donde nos encontramos.
Donde lloramos, padecemos y somos felices.
La verdad interior es que sentimos vergüenza de ser quienes somos, de nuestra historia.
Nos da terror que nos juzguen y condenen, pero lo cierto s que nos van a condenar igual.
Nuestro cerebro animal, puede ser intensamente destructivo, y queremos reparar el efecto y desconocer la causa.
No funciona, no es la manera.
Nos preocupa por ejemplo, la cantidad de jóvenes que consumen droga y alcohol, pero no queremos ver que les falta motivación, incentivo, que el mundo de los adultos no ofrece nada que les interese, que es aburrido, triste y desgastante.
Nos rasgamos las vestiduras, hablando de aquellos que roban, los delincuentes, queremos que queden tras las rejas, pero si nos podemos robar algún elemento de la oficina, lo hacemos.
Mas temprano que tarde tendremos que abrir la puerta de Barba Azul, enfrentar los cadáveres de nuestros muertos, porque en ese cuarto tenebroso, esta la puerta de salida.
Algunas personas creen que si no hablamos de algo, nunca sucedió.
Negar las historias familares es una constante en nuestra manera de vivir.
Y es curioso, porque hoy por hoy, en las redes sociales, se publica todo, que comemos, que pensamos, pero…cuidado con abrir esa puerta.
Como en el cuento de Barba Azul, todo está permitido, menos atravesar el umbral de lo prohibido.
Y cumplimos el mandato a rajatabla, ignorando lo que fue.
No por malos, ni perversos, solo por fidelidad.
Pero cómo dice el Nano “Como un ladrón te acechan detrás de la puerta”.
La mente humana tiene muchos laberintos…uno de ellos nos lleva por los caminos de los secretos familiares, esas emociones impresas en nuestros genes que no podemos entender ni comprender.
Los seres humanos, somos un enigma para nosotros mismos.
Y es curioso, que poco conocemos nuestra historia familiar.
Desconocer la historia, lamentablemente nos condena a repetirla hasta repararla, alguna vez, alguien tendrá que hacerlo.
“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”
-Aldous Huxley-
El tema es cómo meternos en la historia, donde está la llave?
Una manera de entrar en ese lugar tenebroso, es armar el árbol genealógico.
Personalmente puedo decir que hay mucha información allí.
La pertenencia a un grupo, social, deportivo, etc., está determinada por la adhesión a sus símbolos y reglas.
Igual pasa en las familias, por eso hay tanto patito feo pululando por el mundo.
Tendemos a unificar a las personas en nuestro modelo, si lo cumplen, bien, si no cumplen, los dejamos fuera.
Pero esos patitos feos están en el árbol, la vida nos impulsa a encontrarlos y amarlos como son.
Porque amar no es comprender, amar es aceptar lo diferente.
Aparecen por todas partes, pero lo más común es encontrarlos en la pareja y en los hijos.
Tan intensamente cercanos, que no nos dejan otra posibilidad que ver.
Durante muchos años de mi vida, no le encontré explicación a la forma en la que me relacionaba.
Mis vínculos eran desastrosos, era una constante la destrucción y el abandono.
La estafa emocional estaba en todas y cada una de ellas.
Tenía la sensación de haber crecido en una familia normal, pero era solo eso una sensación.
Y lo peor de todo es que no me daba cuenta, que también utilizaba esos artilugios.
Sin embargo en mi búsqueda los encontré.
"Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca." Carl Jung
Descubrí cuestiones familiares que me dejaron pasmada.
No podía creer lo que veía, dolía mucho, pero ese dolor sanaba.
Era un dolor diferente al que sentí siempre, lloré hasta el cansancio, me agoté llorando.
Abrí mis heridas y las deje en carne viva para poder sanarme.
Y otra vez a pasar por el cedazo de querer esconder bajo la alfombra.
Me negué a hacerlo.
Ya podrían cantar misa, que no iría por ahí nunca más.
Las heridas de mis ancestros, se habían transformado en mis heridas.
Llevamos en nuestra mochila sus historias, aunque nadie nos las cuente.
Porque el inconsciente guarda allí esa información para siempre.
“Revisar qué proyectamos en las personas de quienes nos enamoramos requiere todo un desafío para las mujeres y los hombres que pretendemos ser responsables de cada acto de nuestra vida.” Laura Gutman
Por supuesto que el otro también tiene una historia, y es ahí donde nos encontramos.
Donde lloramos, padecemos y somos felices.
La verdad interior es que sentimos vergüenza de ser quienes somos, de nuestra historia.
Nos da terror que nos juzguen y condenen, pero lo cierto s que nos van a condenar igual.
Nuestro cerebro animal, puede ser intensamente destructivo, y queremos reparar el efecto y desconocer la causa.
No funciona, no es la manera.
Nos preocupa por ejemplo, la cantidad de jóvenes que consumen droga y alcohol, pero no queremos ver que les falta motivación, incentivo, que el mundo de los adultos no ofrece nada que les interese, que es aburrido, triste y desgastante.
Nos rasgamos las vestiduras, hablando de aquellos que roban, los delincuentes, queremos que queden tras las rejas, pero si nos podemos robar algún elemento de la oficina, lo hacemos.
Mas temprano que tarde tendremos que abrir la puerta de Barba Azul, enfrentar los cadáveres de nuestros muertos, porque en ese cuarto tenebroso, esta la puerta de salida.
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